Allá por 2011, con títulos como El Velo o El bosque de los suicidas cosechados a sus espaldas, El Torres publicaba Tambores ("Drums" en EEUU), de la mano de Dibbuks; un cómic escalofriante que, si bien no ha conseguido tanto renombre como sus hermanos, nos ha dejado para el recuerdo escenas de lo más abrumadoras e impactantes.
Cuando un guionista está cómodo con lo que hace, se nota, y a El Torres se le ve a leguas que el género de terror es su salsa. Sabe a la perfección cómo crear ese halo de misterio que envuelve a toda la historia y dar un giro a cada trama que hace de algo ya trillado una genialidad. Es algo que ya comentamos en la reseña que hicimos hace unas semanas mi hermano y yo sobre Las Brujas de Westwood: esa capacidad que tiene El Torres me traslada años atrás, cuando las películas de miedo merecían la pena de verdad y esa noche no había quién se atreviese a apagar las luces del dormitorio.
Esta vez el cómic gira entorno a una historia sobre vudú en el corazón de Florida, cuyos hechos se suceden mientras una feroz tormenta asola la zona y anega carreteras y barrios.
El ambiente por sí solo no puede ser más propicio. A lo largo de las más de 90 páginas a color del tebeo no deja de llover ni un segundo, y conforme va trascurriendo la acción la lluvia y relámpagos se van intensificando al compás de una trama a cada segundo más abrumadora. Los juegos de luces, las plantaciones de caña de azúcar en plena noche al más puro estilo Señales y los rituales santeros nos dejan escenas enteras grabadas en la memoria, y esa sensación de angustia no hace más que magnificar la obra tras cada página.
La trama no deja de ser igual de fantástica que otras obras de Torres, dejando a un lado aquella leyenda urbana de los "zombies" bajo el influjo de técnicas vudús para darle un enfoque a la historia más personal y diabólico, tal y como le gusta a nuestro guionista malagueño. Una vez más, sale a relucir esa técnica de ir cogiendo influencias y datos de aquí y allá para luego ofrecer algo distinto a lo que uno espera.
La trama no deja de ser igual de fantástica que otras obras de Torres, dejando a un lado aquella leyenda urbana de los "zombies" bajo el influjo de técnicas vudús para darle un enfoque a la historia más personal y diabólico, tal y como le gusta a nuestro guionista malagueño. Una vez más, sale a relucir esa técnica de ir cogiendo influencias y datos de aquí y allá para luego ofrecer algo distinto a lo que uno espera.
Los dibujos de Abel García y Kwaichang Kráneo suponen la guinda del pastel; un pastel preparado con mucho mimo y que, a título personal, es el que más me ha gustado del resto de obras de El Torres. Para mi, lo que tiene este cómic que no tienen El Velo, El bosque de los suicidas o Las Brujas de Westwood es que hay escenas que aterrorizan al más pintado, y las hay a pares: escenas cargadas de tensión y viñetas que, con el paso del tiempo, aún recordaréis. Os recomiendo leerlo por la noche bajo la luz de una linterna, de modo que vuestra vista no alcance a ver más allá de la viñeta en la que estáis inmersos. La experiencia puede ser..."traumática".
Un saludo,
Un saludo,