Un kiosco es un lugar donde detenerse a descansar, a disfrutar, a conversar. Pero es también una atalaya desde donde contemplar el mundo. Esta es la pequeña tragedia de un héroe diminuto, su aventura particular en un mundo que parece ignorar su existencia.
La editorial Dibbuks ha publicado hace poquito tiempo Kiosko, la nueva obra de Juan Berrio (sin lugar a dudas, uno de mis autores nacionales preferidos), un título que irradia belleza desde su primera página, aunando costumbrismo y sinceridad al alcance de muy pocos.
Hay que partir de la base que la estructura ideada por Berrio imprime un ritmo endiablado a la lectura de este tomo, con la particularidad de ser además una obra muda, característica ésta que hace que su efectividad narrativa alcance cotas de maestría absoluta.
Como en obras anteriores, el autor se vale de un hecho casual que desemboca en una causalidad multirreferencial, llenando las viñetas a espacio completo de diversas acciones que ocurren encadenadas unas a otras y sin perder de vista el protagonismo de una paleta cromática basada en el azul claro y los tonos más rojizos dependiendo del lugar en el que se encuentra nuestro personaje principal.
En definitiva, lo que aquí nos ofrece Juan Berrio es una obra atemporal y sencilla que incide en los pequeños placeres que dejamos pasar por nuestro autoimpuesto estilo ajetreado de vida y es que no hace falta más que sentarse en tu sillón preferido y abrir Kiosko para poder así realizar un ejercicio de reflexión que nos ayude a disfrutar de las cosas sencillas y bonitas que nos ofrece nuestro día a día.
Mención aparte merece la edición de Dibbuks en un formato apaisado en cartoné que da gusto sostener entre las manos.
