En sus inicios profesionales, Peyo coincidiría, entre otros, con Franquin y Morris, dos figuras irremplazables del cómic franco-belga (no dejen de poner al día y revisar la obra de estos autores -o, si es el caso, descubrirla por primera vez-). Formarían parte de aquello que se conoce como la “escuela de Marcinelle”, con Jijé a la cabeza. Pues bien, con semejantes padrinos y años antes de verse desbordado por el éxito de Los Pitufos, Peyo creó a Johan, un paje real cuyos episodios se desarrollan en un decorado medieval perfectamente ambientado, con sus castillos, caminos, bosques, torneos e indumentaria de época.
Dentro de un esquema clásico, el autor quiso invertir los papeles dotando a Johan de unos atributos e inquietudes propias de señores feudales y destacados caballeros. Así es como un cortesano real de baja categoría se enfrenta a todo tipo de aventuras, saliendo siempre airoso y haciendo gala de su valor, iniciativa, audacia y destreza. Si las ideas no son suficientes para dar al traste con los planes de sus adversarios, no renuncia al cuerpo a cuerpo. Una frase de Johan, recurrente en las primeras tiras, es: ¡Venderé cara mi piel!
Y ahora que hablamos de un incipiente Johan –de cuando era rubio-, deténganse en el dato: Peyo tenía solo 17 años cuando se publicó la primera tira el 11 de abril de 1946. Claro está, los aficionados y público en general podemos sentirnos afortunados en el momento presente. Después de años de calamidades y sequía, Johan vuelve a las librerías españolas gracias al esfuerzo de Dolmen Editorial. Y lo ha hecho a lo grande, con edición de lujo –capítulo aparte merecerían los anexos y extras, generosos en contenidos y material inédito- y una colección de integrales iniciada en junio de 2013. Llevan publicados seis tomos hasta la fecha, a falta de la aparición de un último que cerraría la serie. La buena acogida de estos primeros tomos ha propiciado el nacimiento de la línea Fuera Borda, etiqueta utilizada por la editorial mallorquina para, utilizando los mismos parámetros de calidad, publicar otros clásicos del cómic europeo (Los Hombrecitos, Natacha, Quena y el Sacramús y demás colecciones que irán viendo la luz progresivamente).
El integral que ahora nos ocupa es el que se corresponde con
el Volumen 1 -quinto publicado de la colección de Johan y Pirluit-, que incluye
las tres primeras historietas largas ideadas por el talentoso dibujante belga. En
El castigo de Basenhau se establecen
las bases y constantes que marcarán el rumbo de estas aventuras: humor,
combates, correrías a caballo y peleas por doquier. Vemos a un Johan infatigable
en busca de la justicia. Incansable si de lo que se trata es de defender al Rey
y sus dominios. Y en el empeño, esta vez será el conde de Treville su leal compañero
de fatigas. Enfrente, dirigiendo a los villanos, está el señor de Basenhau que,
humillado en el torneo inicial, hará todo lo posible para vengar la afrenta. Perverso
y anguloso, Guillermo aconsejará a Basenhau cómo llevar a cabo sus fechorías.
Suerte que Johan esté alerta y siempre dispuesto.
Y, sin ánimo de extenderme más, en estas coordenadas se
mueven las aventuras de este simpar Johan. No quiero, sin embargo, dejar pasar dos
detalles. Uno primero que tiene que ver con el dibujo, en constante evolución a
lo largo de los tres álbumes aquí compilados. El otro, es el hecho determinante
que tiene lugar en El duende del Bosque
de las Rocas, que es la aparición, por primera vez, de Pirluit. Este
simpático y bajito personaje se convertirá, a partir de aquí, en amigo
inseparable y contrapunto de Johan. Importancia que, como han podido comprobar,
se recoge en el título de la serie. Así pues, estamos ante un clásico y una
apuesta segura. Además, si, como en mi caso, tienen hijos, les aseguro que leer
con ellos Johan y Pirluit será una experiencia que no olvidarán. Incluso los sorprendí
con el tomo en sus manos y leyendo a hurtadillas. No digo más.