El maestro Ibáñez dedica la aventura número 200 de sus peculiares agentes al Tesorero del Partido Papilar. Una estrategia que le ha salido redonda, a la que ha contribuido su publicación con el Salón de Cómic de Barcelona y la polémica por la censura que ha recibido por parte de TVE. Gracias a todo esto, se le estiman unas ventas que rondan los 100.000 ejemplares, una auténtica barbaridad en nuestro país, ya que esas cifras son las que alcanzan los superhéroes en el mercado norteamericano.
El reencuentro con Mortadelo y Filemón ha sido como cuando vuelves a ver a un viejo amigo de la infancia. Un amigo con el que pasaste grandes momentos y que tenía buenas ocurrencias, pero que sin saber cómo o por qué poco a poco dejaste de verlo y de quedar con él, tal vez porque empezaste a juntarte con otros que parecían más "guays". Este reencuentro sirve para darte cuenta que ese viejo amigo sigue igual: con las mismas ocurrencias y capaz de despertarte mil sonrisas en poco tiempo.
Y es que Ibáñez hace tiempo que dio con una fórmula, que aunque repetitiva, no deja de ser efectiva. Esta nueva aventura arranca cuando el ministro de economía del Gobierno (una caricatura de Montoro) va a la caja fuerte del partido para disponer de un poco de efectivo, descubriendo que alguien se ha llevado todo el dinero. Sospechan del tesorero, que se parece mucho a Luis Bárcenas, por lo que el encargo de buscar al tesorero y ver donde tiene el dinero le llegará a la TIA y el Súper le otorgará la misión a sus dos mejores agentes.
El álbum es una continua sucesión de gags que parodian la situación política actual. En las primeras páginas nuestros míticos protagonistas intentan pillar al tesorero con las manos en la masa, ralentizándose la acción cuando nuestros agentes quieren esquivar algún guarda de seguridad; en cambio, en las últimas páginas se acelera la acción para llegar a un final "made in Ibáñez".
En cuanto al dibujo solo queda elogiarlo. A veces la repetición de algo extraordinario lo llegamos a ver como normal sin valorarlo en la medida que se merece. Ibáñez hace tiempo que alcanzó un nivel excepcional tanto en el dibujo como en la narración. Si solo observamos las viñetas, prescindiendo de los abundantes textos, podemos comprobar cómo logramos seguir a la perfección la trama. Cada viñeta es un despliegue visual, donde cualquier rincón es una excusa para poner un chiste gráfico. Además es sorprendente el nivel que ha alcanzado Ibáñez a la hora de representar a sus monigotes, llenos de expresividad y tan característicos, creando un estilo único.
En definitiva, me ha encantado este nuevo álbum de Mortadelo y Filemón, recordándome una forma de hacer cómics que se me había olvidado y que sigue logrando su objetivo. Aún así, Ibáñez debe estar tirándose de los pelos, ya que justo después de su publicación pasó todo el asunto de Rato, y es que es muy difícil seguir el ritmo de nuestros corruptos.