Llama la atención cómo estos dos últimos años todos los premios del panorama nacional han dejado de lado la última creación de Luis Durán, la obra más ambiciosa del autor y que alcanza unas cotas de calidad altísimas. Intentaremos pues, con esta reseña, hacerle justicia a este cómic y a un autor que probablemente no haya gozado del éxito que su obra se merece.
Luis Durán no es un autor demasiado conocido, ni un super ventas, pese a ser uno de los autores más prolíficos del panorama patrio. En 1996 publicó su primer álbum y en 2001 su primera novela gráfica: Vanidad de Ediciones Sinsentido. A partir de ahí, ha publicado regularmente todos los años varias novelas gráficas con diferentes editoriales sin casarse nunca con ninguna. En el Salón de Barcelona se ha sido varias veces premiado, en 2002 como autor revelación y en 2003 y 2004 al mejor guión por Atravesado por la flecha y Antoine de las tormentas, respectivamente. Estos primeros tebeos de Durán tienen varias características en común: historias con aire de cuento tremendamente originales y con un tono un tanto melancólico, narraciones en primera persona y uso de un dibujo en blanco y negro un poco exagerado.
De hecho, es su dibujo lo más característico y lo que quizás eche a muchos lectores para atrás. Jesús Jiménez Pelayo, en la introducción de El viaje de Gaspareto, decía que "el grafismo de Durán es tribal y desproporcionado. Dibuja personajes cuellilargos y patizambos. Ojos más grandes que bocas, manos con formas cuadradas y dedos romos". Realmente, el dibujo de Durán es bastante primitivo, recordándonos a las antiguas historias de los cuentacuentos medievales, pero dicho estilo ha ganado mucho con la utilización del color. Durán siempre publicaba en blanco y negro hasta la edición de Una colmena en construcción de Norma Editorial. Tanto ese cómic como los dos volúmenes que lleva publicados de Orlando y el juego están a color, sentándole de maravilla y dándole un toque de calidad que no tenía anteriormente. Desde mi punto de vista, a nivel gráfico gustará a muchas más personas al convertirse en algo más accesible.
Una vez hecha esta introducción sobre su autor, vayamos al cómic en cuestión: se nos cuenta la historia de Marcel, un turista que pasea por las distintas líneas de tiempo decidido a dar cuerda a cosas que dejaron de funcionar. Comité Seis confiará a Orlando la misión de encontrar a Marce en todas y cada una de las probabilidades del multiverso en las que este feliz viajero ha causado injerencias para subsanarlas; sin embargo, el paso de Orlando por algunos mundos provocará, sin que pueda evitarlo, una serie de sincronicidades que complicarán aún más su misión.
Todo este argumento lo intuiremos nosotros a lo largo de la obra, sin que en ningún momento se nos explique abiertamente. Las obras de Durán requieren la colaboración del lector, ya que la información no se da de manera mascada.
Este primer tebeo construye un universo donde las reglas espacio-temporales que conocemos las dejaremos de lado. Orlando es capaz de construir su propio entorno con su mente y es por esta capacidad por la que se le encomienda la misión de detener a Marcel, cuyo propósito a la hora de alterar los acontecimientos pasados se esconde en las reglas de un inocente juego de cartas conocido como el juego de las familias.
Diábolo Ediciones ha sacado por ahora dos tomos de una colección que su autor no sabe si constará de cuatro o cinco volúmenes, por lo que habrá que estar a la espera.
En definitiva, si hay una palabra que define este primer tomo es el de originalidad, tanto por la historia como por la forma de contarla. El dibujo logra crear un universo propio, jugando con el espacio-tiempo y con el mundo de los sueños, por lo que esta primera toma de contacto me ha dado muy buenas sensaciones y creo que estamos ante una de las mejores, por no decir la mejor, series patrias del momento.