Quena y el Sacramús, que llega hasta nuestros días con un total de 42 tomos publicados en el mercado franco-belga, es un tebeo de ciencia-ficción, aventuras y humor -en este caso, las etiquetas son un fiel reflejo del contenido de la obra- que vio la luz, por primera vez, en el año 1972.
Su autor, Roland Goosens, más conocido como Gos (ayudado más tarde por su hijo Walt), pasó de ejercer su profesión como suboficial del Ministerio de Defensa Nacional a ingresar en el Estudio Peyo, primero como rotulista y más tarde como dibujante de plantilla a tiempo completo. A partir de ese momento, los acontecimientos dentro del mundo del cómic se precipitaron para el autor belga. Sus colaboraciones alternaron guión y dibujo. Eso le hizo participar en series de gran éxito como: Los Pitufos (Gos es el único autor cuya firma acompaña a la de Peyo en la portada de un álbum de esta serie), Spirou y Fantasio, Gil Pupila y Natacha.
En España, Quena y el Sacramús fue una serie que estuvo presente desde el primer número de la revista Spirou Ardilla. Nos trendríamos que remontar al año 1979. A modo de coleccionables pudo completarse la totalidad de los primeros cinco álbumes de la saga, respetando el orden original (cosa poco habitual en aquella época). Como la serie tuvo éxito entre los lectores de la revista, Mundis llegó a publicar las dos primeras aventuras en álbumes independientes. Después de esto vino, como pasó con otros tebeos, un vacío absoluto.
Silencio que ha roto Dolmen con la publicación reciente de dos integrales. En esta ocasión, ponemos bajo los focos el primero de ellos, que contiene las aventuras de: El heredero del inca, El mago de la osa mayor y El continente de las dos lunas, que se corresponden con los tres primeros álbumes de la serie. Si ya tienes en casa uno o más tomos del sello Fuera Borda, entenderemos que te saltes los detalles de la edición. Si no es tu caso, decirte que son libros con una presentación muy cuidada y que, además, incluyen material complementario de alto interés, marca de la casa.
El caso es que comencé la lectura del cómic y, al principio, todo resultó muy extraño y rocambolesco -después descubres que detrás se esconde la calculada intención del autor y que gran parte de la gracia del tebeo reside en estos contrastes-. Los acontecimientos tienen lugar en un pueblecito llamado La Rosaleda: todo el mundo habla de platillos volantes. Allí viven tío Jorge, un arqueólogo y etnólogo consagrado a la redacción de sus memorias, y Quena, el niño que aquél se ha traído del Perú. Si esto te parece poco raro, cuando Sacramús aparece en escena, con su ortopédico casco y mono de trabajo, te puede parecer cualquier cosa menos un extraterrestre; a lo sumo, un felino enano que anda como las personas. Una marcianada, nunca mejor dicho. En fin, la sucesión de despropósitos me puso receloso y alerta. Con el cuchillo entre los dientes me dije a mi mismo que, si no me gustaba, iba a acabar, de un plumazo, con la reputación de este cómic. A esta actitud beligerante le sumé algún prejuicio: si es un tebeo enfocado al público infantil-juvenil y resulta tedioso para el resto de mortales, no me voy a callar. Lo mismo si el paso del tiempo juega en su contra. Pero, señoras y señores, nada más lejos de la realidad. Conforme iba pasando páginas, avanzando en la lectura, el cuchillo y los prejuicios fueron cayendo uno a uno, así que tuve que rendirme ante la evidencia. La conclusión fue que volví a disfrutar de lo lindo leyendo un tebeo.
El apartado de ocurrencias e ingenios es rico y maravillosamente absurdo: El rayo que convierte temporalmente a las personas y animales en estatuas de sal; por ahí deambula Tobor, que es una especie de perro-robot guardián; está el pasaportodo, un utilitario-platillo volante que puede alcanzar velocidades que se acercan a la de la luz; en El mago de la osa mayor, Falzar hace de las suyas creando un nuevo tipo de seres: mitad hombres mitad animales; y en la aventura que cierra el integral, nos encontramos a los Ramuchas, algo así como monos del espacio con una anatomía poco ordinaria y que emiten, cuando lo desean, descargas eléctricas.
Como os podéis imaginar, es difícil tomar decisiones en un mercado que cada semana se renueva. He aquí el gran dilema. En cualquier caso, recomendaría abiertamente la adquisición de este integral, salvando distingos, entre el colectivo de aficionados al género. Subiría de nivel, a parada obligatoria, si entre tus objetivos está la de hacerse con los tebeos que constituyen el acervo de la "bande dessinée".