Pues ya estamos de nuevo reseñando a Zidrou, ¡para que la cosa no decaiga ni en verano! En esta ocasión el guionista forma tándem con el dibujante Springer para traernos una historia sobre la familia, la redención y las segundas oportunidades.
La protagonista de esta historia es Léa, una joven estrella de la pequeña pantalla que se entera de la repentina muerte de su padre; la vuelta a la casa familiar supondrá enfrentarse a sus recuerdos, dejando aflorar traumas que ya consideraba superados y que regresarán para ponerla a prueba una vez más.
Gracias a un inteligente uso de los flashbacks se nos muestran momentos clave de la infancia y adolescencia de Léa y otros anteriores a su nacimiento que condicionarán su personalidad y la forma de relacionarse con sus familiares y amigos, creando una especie de esquema de “causa- efecto” de lo más interesante.
En este álbum se tratan temas francamente duros, como pueden ser el aborto, la falta de refuerzo positivo en los niños o la siempre difícil conciliación familiar, pero por encima de todo destaca una reflexión: ¿Debemos asumir que el ser niños por simple hecho de serlo (sin cargas ni preocupaciones adultas) es garantía para ser felices? ¿Qué edad sería la idónea empezar a ser infeliz?
Dicho esto, conviene advertir que no todas las ideas que se tratan en este cómic son tan sombrías; recordemos que estamos hablando de Zidrou y en apenas 54 páginas al belga le sobra tiempo para recapacitar también sobre temas más alegres, como que nunca es tarde para conocer la parte buena de las personas o el increíble poder de los recuerdos felices.
En cuanto al dibujo de Springer, es correcto; me explico, es cierto que la historia que cuenta es difícil y en algunos momentos resulta hasta angustiosa, pero la verdad es que el dibujo, que se presenta como un intento poco pulido de realismo, no ha acabado de convencerme y creo que ha sido una de las cosas que más frena a la hora de adquirir o no este título.
En resumen, una historia cruda y realista sobre el descenso de una joven al infierno que son sus recuerdos, en un claro ejemplo de que, visto con la perspectiva adecuada, incluso de las peores experiencias se pueden extraer cosas buenas.
Y ahora que esta reseña ya termina os preguntareis: “Vale, nos has hablado de Léa pero, ¿quién es Léo? Porque si lo nombran en el título alguna importancia tendrá ¿no?" Pues sí, la tiene, pero mejor que sea Léa quien os lo cuente.
