El cómic que en 2011 nos trajera Planeta hoy nos llega reeditado por ECC con diez páginas de extras y las portadas de cada número americano. Para los que nos lo perdimos en su día, Joe el bárbaro es un tebeo de fantasía y héroes en el que Grant Morrison, Sean Murphy y Dave Stewart echaron toda la carne en el asador...Ahora la pregunta es: ¿Cocinaron una obra de arte al punto o la chamuscaron?
Tanto Grant Morrison (Batman Arkham Asylum, WE3) como Sean Murphy (El resurgir, reseñado AQUÍ, Punk Rock Jesus, reseñado AQUÍ) y Dave Stewart (colorista en Hellboy entre otros muchos tebeos y nueve veces ganador del Premio Eisner) son de sobra conocidos por los aficionados al noveno arte, así que vamos a evitar (aunque solo sea por hoy) tediosas presentaciones sobre la vida y obra de cada uno, añadiendo solo un ruego muy personal por parte de quien firma este reseña: No les perdais la pista a estos tipejos...nunca.
Joe el bárbaro es una obra de arte, tanto a nivel creativo y de guión como en lo que se refiere a lápices, composiciones, splash pages y todo lo que se os ocurra. La tensión y el ritmo están medidos al milímetro por un Grant Morrison que si bien saca a relucir su creatividad y capacidad de inventiva, no llega en ningún momento a "soltarnos de la mano" por un mundo extraño a la par que familiar; pero ¡qué diablos! Empecemos por el principio, ¿o es que teneis prisa?
Joe es un chico de 13 años...y no es nadie especial. Tiene una rata como mascota llamada Jack (¡Sí, como el mono de Barbosa!), una madre que lucha por sacarlo adelante y un padre convertido en una cruz del cementerio de veteranos. Además, tiene también un montón de juguetes de todos sus héroes favoritos, un cuaderno donde dibuja lo que se le pasa por la cabeza y solo un ínfimo problema: una diabetes de campeonato capaz de sumirlo en un coma alucinógeno con tan solo saltarse el aperitivo. Joe no es nadie especial...hasta hoy. Un cúmulo de circunstancias van a hacerle vivir la aventura de su vida, en un mundo donde llegar a la cocina para tomar algo con azúcar es el equivalente a librar una lucha para acabar con el Señor Muerte y su Reino de la Oscuridad, pero no estará solo en esto (nunca lo ha estado): Su rata pasará a convertirse en un guerrero habilidoso y fuerte dispuesto a dar su vida por el que en la vida "real" se desvive por él.
Esta es una historia de grandes significados y pequeños cambios, ya que, como reza una de las frases de este cómic: "Los grandes cambios siempre empiezan siendo pequeños". Aquí todos los personajes tienen algo que enseñar al resto, algo por lo que luchar y algo en lo que creer. Aquí solo los que no se creen héroes son los verdaderamente capaces de lograr hazañas y hasta un pequeño animal harapiento, desagradable y odiado por el mundo puede descubrir que lo que realmente vale la pena no es gustarle a todos, sino solo a los que verdaderamente importan. Aquí los chicos se vuelven grandes, las enfermedades son dones y la vida es, más que nunca, una oportunidad. "No es el cuadro el que está del revés; es el Mundo".
Que Grant Morrison tiene una matrícula de honor está claro, pero es que la pareja Murphy-Stewart comparten podio orgullosamente con él, como no podía ser de otro modo, y es que nos encontramos con dos de los mejores artistas americanos del momento para mi gusto. Los dibujos de Sean Murphy se salen del papel y de cualquier esquema preconcebido y la paleta de Dave Stewart los eleva hasta un punto que no describiré como "desconocido" por respeto. Sin duda, no estamos ante un complemento perfecto, sino ante una fusión sin flecos en la que guión y dibujo engrandecen un poquito más al mundo del cómic.
Si te gustaron tebeos como Trillium (reseñado AQUÍ), WE 3 o El Resurgir, encontrarás en Joe el bárbaro el cuarto en discordia y uno de los libros que dejarle o recomendarle a todo aquel que te diga "Esos de los cómics es de críos". Si no has leido estos títulos, te basta con saber que de este viaje volverás, sí, volverás, pero lo harás con la acertada sensación de que hoy "noveno arte" se escribe en mayúsculas. Un cómic que merece la pena releer... y releer.
¡La lectura enriquece el alma! (y hoy, otro poquito más)
