Tras La Fortaleza (reseñado AQUÍ), Vicente Segrelles continúa la aventura de su personaje en lo que ya se ha convertido algo personal: el malvado aprendiz de brujo y alquimista Claust no ceja en su empeño de ser el hombre más poderoso en el País de las Nubes Permanentes y, por supuesto, todas sus ambiciones pasan por acabar con su único obstáculo: la Orden del cráter.
En este sexto número de la saga, el Mercenario y Nan-Tay deberán dejar el País de las Nubes Permanentes y partir hacia un antiguo templo con reminiscencias egipcias, para hallar una solución al nuevo arma que ha conseguido Claust, con la que amenaza la mismísima existencia del Reino.
En este álbum la trama de Segrelles se torna una mezcla de Indiana Jones y Simbad y la princesa, sorprendiéndonos con algunos lugares y personajes imprevisibles hasta el momento y emplazándonos a posteriores números para conocer más acerca de ellos.
Pese a esto, la trama continúa siendo casi una excusa para disfrutar del pincel del artista catalán, aunque también es de agradecer el profuso detallismo de las viñetas y, cómo no, el realismo, tanto de la parte gráfica, como de los hechos que acontecen.
Leer a Segrelles es quedar ensimismado con la grandeza de algunas de sus viñetas, en las que casi parece que hubiese congelado la escena, pero leer a Segrelles también es aprender, conocer y, sobre todo, saber que todo lo que ocurre podría ser posible (científicamente), un rasgo no muy común en las tramas de fantasía y espada y brujería, por cierto.
Como siempre, 16 páginas de extras coronan el cómic, hablando esta vez del amor por la cultura y mitología egipcia que profesa el artista y de los artilugios que aparecen entre las 48 páginas de La bola negra.
La lectura enriquece el alma,