La famosa obra de Robert William Chambers, precursor del llamado "terror cósmico" y una de las influencias reconocidas de Howard Phillips Lovecraft, ya estaba tardando en tener su adaptación al cómic y, cómo no, al ya versado en este tipo de obras, el inglés Ian Culbard, no le tembló el pulso a la hora de acometer tan ambicioso proyecto.
¿Resultado? ¡Lo vemos!
I.N.J. Culbard o, para los amigos, simplemente Ian Culbard (las abreviaturas muchas veces consiguen lo contrario de lo que pretenden), llega a Júralo por mí ya recomendado desde casa. Desde que leyera su adaptación al cómic del relato de Lovecraft, En las montañas de la locura (mentado AQUÍ en nuestro vídeo sobre este tentacular escritor de Providence), he intentado no perderle la pista a este tipo. Su peculiar grafismo, tan cartoon, acompañado de esa paleta de colores planos y vivos, me han hecho disfrutar de su tremenda adaptación al noveno arte de cuatro grandes relatos de Sherlock Holmes (reseñados también en vídeo AQUÍ) o de Brass Sun 1. La rueda de los mundos (reseñado AQUÍ), un tebeo muy original de fantasía y ciencia ficción del que espero tengamos noticias pronto. Además de esto, también ha adaptado otras novelas como El retrato de Dorian Gray, así que es por ello que digo que el bueno de Ian ya tiene experiencia en este campo.
Centrándonos en el tema, El rey de amarillo es un cómic que adapta cuatro de los diez relatos que recoge la novela original de Chambers: El reparador de reputaciones (este capítulo es mi favorito, empezando por el nombre, obviamente), La máscara, El signo amarillo y En la corte del dragón.
El rey de amarillo es el nombre con el que se conoce a una obra de teatro que habla sobre seres monstruosos, otros mundos y órdenes inconcebibles para el ser humano. Su lectura es algo casi prohibido y está mal visto por la sociedad de la época (finales del siglo XIX), ¡y lo entiendo perfectamente! El texto de esta vuelve loco a todo aquel que la lee, aunque sean solo un par de frases.
Lo primero que os quiero decir sobre este cómic es que no se trata de una lectura fácil. Como todo lo que tiene la etiqueta "terror cósmico" en la solapa, El rey de amarillo no se puede leer en cualquier circunstancia. No llegamos a las de, de ahora en adelante llamadas "cotas Rork" (reseñado AQUÍ el primero y AQUÍ el segundo), pero sí que estamos ante una serie de relatos conectados entre sí (como buena obra de teatro) y con dos ingredientes básicos: paranoia y ausencia de cordura (sí, podrían ser lo mismo). Sin embargo, y esto es fundamental para afrontar la lectura en "igualdad de condiciones" y poder disfrutarla, debemos asumir que el propio narrador de la historia a veces se ve aquejado de esa misma falta de juicio, lo cual nos deja sin arnés a la hora de discernir lo que es realidad de ficción.
Esto no es algo que pase comúnmente en los cómics o, por lo menos, no de este modo tan "salvaje". Lo bueno de todo esto es que, cuando consigues calar a esa voz en off y te das cuenta que seguramente está bajo los mismos efectos que los que se han leído la famosa obra de teatro, la lectura del cómic vuela entre los dedos, culminando en un final extravagante, sí, pero, al fin y al cabo, un final a la altura de las circunstancias.
¿Es necesario haber leído la novela de Chambers? No. ¿Te dará más riqueza de detalles y te permitirá afrontar la lectura con un mayor conocimiento de causa? Por supuesto. Dicho esto, yo no me he cruzado con estos relatos (por ahora) y he comprendido casi en todo momento lo que nos cuenta Culbard; eso sí, una vez asumí que al narrador había que hacerle el caso justo.
Una última cosa antes de cerrar esta reseña: Cualquier parecido con True Detective es pura coincidencia.
La lectura enriquece el alma,