CON MOTIVO DEL 25 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DEL PRIMER NÚMERO DE NATHAN NEVER POR PARTE DE LA MÍTICA EDITORIAL BONELLI, ALETA NOS PRESENTA ESA OBRA EN UNA EDICIÓN MUY ESPECIAL.
Antes de meternos directamente con la publicación de Aleta creo que es conveniente que viajemos un poco al pasado haciendo un, muy breve, repaso a los “antepasados” de Nathan Never. Los inicios de la editorial Bonelli se remonta a 1941, aunque es cierto que no se estabilizó hasta bien pasada la Segunda Guerra Mundial, sufriendo varios cambios de nombre en el proceso. En un principio, los personajes conviven en una única publicación, una revista de aventuras, un formato tremendamente prolífico en la Europa de aquella época y que ahora ha caído un poco en desuso. En el momento que empezó a publicar las historias por separado fue cuando Sergio Bonelli Editore se convirtió en un referente, llegando incluso a estandarizar el llamado formato Bonelli, claramente marca de la casa.
Bonelli ya había conquistado el mercado del fumetti con obras tan míticas con Tex o Dylan Dog cuando en 1991 nace Nathan Never de la mano de los guionistas Medda, Serra y Vigna, el primer personaje claramente de ciencia ficción que pasa a formar parte del catálogo de la casa Bonelli. No es un secreto que el universo de Nathan Never está inundado de referencias a las obras más míticas de la ciencia ficción, tanto literarias como cinematográficas, tanto es así que a Claudio Castellini, el responsable del aspecto final del cómic, se le indicó claramente que Nathan y Rick Deckard, mítico personaje de Blade Runner interpretado por Harrison Ford, iban al mismo sastre. Y es que nadie puede negar la influencia de la película de Ridley Scott en la estética general de esta obra. Un futuro oscuro, corporaciones despiadadas que controlan el mundo y una tecnología deshumanizadora son las señas de esta obra 100% ciencia ficción de los años 90.
Una vez situados creo que es hora de meternos con la obra de la que os quiero hablar, que, como ya comenté, es una reedición del número con el que arrancaban las aventuras de este miembro de la agencia Alfa. Originalmente editada en español por Forum, que llegó a publicar 19 grapas entre 1992 y 1993, supone la presentación del mundo de Nathan, aunque he de decir que no es una presentación muy al uso ya que, en realidad, poco se nos deja ver a las claras, no pausándose en ningún momento a definir los elementos que componen el argumento, lo que, por otra parte, crea una historia muy dinámica alejada de la densa ciencia ficción que habitaba los años 90.
Una vez situados creo que es hora de meternos con la obra de la que os quiero hablar, que, como ya comenté, es una reedición del número con el que arrancaban las aventuras de este miembro de la agencia Alfa. Originalmente editada en español por Forum, que llegó a publicar 19 grapas entre 1992 y 1993, supone la presentación del mundo de Nathan, aunque he de decir que no es una presentación muy al uso ya que, en realidad, poco se nos deja ver a las claras, no pausándose en ningún momento a definir los elementos que componen el argumento, lo que, por otra parte, crea una historia muy dinámica alejada de la densa ciencia ficción que habitaba los años 90.
En Agente Alfa, título del arco que incluye este cómic, y sin entrar en muchos detalles, Nathan deberá enfrentarse al que, claramente, está llamado a ser su némesis, en una historia en que la tecnología y las siempre presentes leyes de la robótica tendrán un gran protagonismo. Por el camino se nos presenta, de una forma muy dinámica, al equipo de los “buenos”, así como al mundo que les rodea, en el que cualquier amante de la ciencia ficción encontrará multitud de referencias..
Una de las cosas más interesantes de la edición que nos presenta Aleta es la implicación de Claudio Castellini en la realización de la misma. Castellini hace tiempo que dejó la creación activa de nuevas obras, pasando a dedicarse exclusivamente a la realización de comissions (quizás es por esto por lo que tiene tiempo de implicarse en las reediciones de su obras). En este caso, la mítica portada del número 1 ha sido reimaginada por el propio Castellini, consiguiendo que plasme mucho mejor el mundo que descubres al sumergirte en sus páginas. Como me comentó el propio autor, quiso actualizarla creando un ambiente más oscuro, renovando el aspecto de la tecnología y dándole protagonismo al edificio de la Agencia Alfa. Con todo ello consigue crear una imagen que llama la atención, sirviendo de perfecta presentación a este tomo de 112 páginas en blanco y negro en las que se incluye algún extra bastante interesante, todo ello en una encuadernación cartoné, lo que la convierte en una de las mejores ediciones que se han hecho de esta obra, todo ello por un precio de 19,95 €.
Una de las cosas más interesantes de la edición que nos presenta Aleta es la implicación de Claudio Castellini en la realización de la misma. Castellini hace tiempo que dejó la creación activa de nuevas obras, pasando a dedicarse exclusivamente a la realización de comissions (quizás es por esto por lo que tiene tiempo de implicarse en las reediciones de su obras). En este caso, la mítica portada del número 1 ha sido reimaginada por el propio Castellini, consiguiendo que plasme mucho mejor el mundo que descubres al sumergirte en sus páginas. Como me comentó el propio autor, quiso actualizarla creando un ambiente más oscuro, renovando el aspecto de la tecnología y dándole protagonismo al edificio de la Agencia Alfa. Con todo ello consigue crear una imagen que llama la atención, sirviendo de perfecta presentación a este tomo de 112 páginas en blanco y negro en las que se incluye algún extra bastante interesante, todo ello en una encuadernación cartoné, lo que la convierte en una de las mejores ediciones que se han hecho de esta obra, todo ello por un precio de 19,95 €.
No os voy a engañar, esta obra es para amantes de la ciencia ficción, además no hay que olvidar que es un cómic europeo, por lo que hereda una serie de características, tanto de estilo como de narrativa, que no a todo el mundo le gusta. Lo bueno es que es una historia autoconclusiva, un bocado que no implica “comer” nada más y que además de llenar mucho y bien, viene magníficamente presentado.