¡Vamos a por la segunda historia de nuestros detectives de lo desconocido! Esta vez, su joven trayectoria como agencia independiente llevará a Flora y Hugo a una feria de variopintas criaturas, desde el hombre forzudo, el espíritu indio o la mujer barbuda, hasta el vampiro Nesuferitu...
El primer recopilatorio de esta saga que nos trajo Yermo, La enana de los ectoplasmas (reseñado AQUÍ), nos puso sobre aviso de lo que iba a ofrecernos Aspic: aventura, thriller, un tono juvenil y desenfadado y unas historias sin mayor pretensión que el entretenimiento puro y duro.
Con estas pautas establecidas, Thierry Gloris nos demostró ser un hábil guionista al margen del género histórico (anteriormente Yermo nos lo dio a conocer con Isabel. La loba de Francia, reseñado AQUÍ), original y hasta divertido (sin sobrepasarse). Por su parte, el apartado gráfico vendría acompañado de un artista que pronto se ha hecho hueco en la editorial catalana, Jacques Lamontagne, con un estilo marcadamente caricaturesco y expresivo, en el que la paleta de color informático le da un pretendido y mayor énfasis a los personajes frente a una escenografía más realista. Sin duda, un estilo más que peculiar que Yermo ha decidido mostrarnos en otra de las sagas insignes del pintor canadiense, Los druidas (reseñado AQUÍ).
El desarrollo de los acontecimientos, la maravillosa ambientación y el trasfondo de los personajes fue lo que hizo que Aspic, sin ser un cómic soberbio, me encandilara. Sin embargo, en este segundo recopilatorio de la saga, subtitulado El baile de los vampiros, una historia bastante más arquetípica y ese punto juvenil de más que han subido los artistas respecto al anterior, me ha hecho revivir aquello de que "las segundas partes nunca fueron buenas".
Siendo franco, no deja de tener la esencia de la primera aventura, pero creo que el objetivo de coger el mito vampírico y aplicarle el "filtro Aspic" solo se ha quedado en la intención, y no, no es lo que cuenta. Lo dicho: una historia bastante floja, en comparación con La enana de los ectoplasmas que tanto disfruté en su día.
La lectura enriquece el alma,
