El Imperio español descubre (y arrasa) el Nuevo Mundo en busca de riquezas, aplastando a las tribus a base de caballos y pólvora, y no parece tener rival. Al menos, así lo parecía hasta que aparece un joven indígena que, ayudado por unas extrañas máscaras, empieza a cobrar la venganza de su pueblo.
Ich. Naturaleza salvaje, nos llega desde Argentina de manos de Luciano Saracino y Ariel Olivetti, y nada más abrir sus páginas parece como si nos golpeara en la cara. Aunque la trama ya de por sí es llamativa, es imposible no quedar impactado (impactado, sí) con el arte de Olivetti; uno que parece salirse de las hojas. Más voluptuoso que el de Richard Corben. Más apabullante que el de Clint Langley. Nada parecido a lo que hayas visto antes.
La premisa de la que parte Ich no deja de llamar la atención: un joven indígena, poseedor de una serie de "máscaras de guerra", que usa las mismas a conveniencia para convertirse en un fiero oso, un gigantesco cocodrilo o cualquier otra bestia iracunda en defensa de su masacrado pueblo. Todo un superhéroe (vengativo y sin contemplaciones, eso sí) que, como en toda historia del tipo que se precie, terminará llamando la atención de un villano de su altura...
Sin embargo, sin en el apartado gráfico poco o nada se puede pedir, es el guión de Luciano Saracino el que hace bastantes aguas, convirtiéndose en una mera excusa desde casi el comienzo del cómic para disfrutar de los pinceles de Olivetti. No conozco la razón concreta, pero parece ser una ley de Murphy el hecho de que los cómics de estas características (y magnitudes) siempre cojean de la misma pata. ¿Por qué crees tú que será?
Ich. Naturaleza salvaje, aunque es una historia autoconclusiva, nos deja esa puerta entreabierta a un segundo ciclo... ¡en el cual ya trabajan los autores!
La lectura enriquece el alma,
