La editorial dirigida por Amiram Reuveni ha iniciado la publicación de una de las obras más interesantes de la factoría Spirou. La propuesta es todo un clásico: policías, acción, disparos, secuestros, persecuciones y Nueva York. Siempre Nueva York.
Antes de entrar a analizar el cómic que nos ocupa es necesario situarnos en la época en la que nace. A comienzos de los años 80, Philippe Tome y Janry habían salido victoriosos de la disputa por ser los únicos responsables de las aventuras de Spirou y Fantasio, iniciando la que crítica y público consideran la segunda época más laureada de la serie, únicamente tras la etapa del maestro Franquin. Ya en la segunda mitad de la década, cuando Tome realizó un viaje a la famosa ciudad estadounidense para documentarse a fin de escribir el guión del álbum Spirou y Fantasio en Nueva York, quedó prendado de las posibilidades que le ofrecía esta urbe y realizó los primeros esbozos de lo que se convertiría en esta nueva colección, que no tardaría en ser publicada en el insigne semanario.
David Solomon, conocido como Soda por sus compañeros, es un teniente de la policía de Nueva York desde hace 8 años, la misma cantidad de tiempo que lleva ocultándolo a su madre Mary para ahorrarle preocupaciones. Para ello, tuvo la idea de hacerle creer en sus cartas que es un sacerdote católico dedicado a su comunidad y sus feligreses. Su principal problema es que desde hace un año su madre vive con él, ya que esta perdió a su marido, también agente de la ley, cuando estaba en acto de servicio, y Soda ha decidido mantener su tapadera a toda costa, por lo que ante su madre debe vestir sus hábitos y mantener la compostura y el estilo de vida que de él espera.
La propuesta que realizan los autores de este cómic es la de un thriller policíaco clásico aderezado con los clásicos gags de la BD juvenil y ciertas dosis de crítica social. Para ello se servirán de los elementos clásicos de este tipo de historias, que serán introducidos progresivamente en estos primeros compases de la serie. Este integral reúne los cuatro primeros álbumes, en los cuales se definirán las bases de las historias de Soda. En Ha muerto un ángel se nos presenta el entorno de Soda y a una clásica femme fatale que causará algunos quebraderos de cabeza al protagonista. Cartas a Satán nos permite conocer por qué Soda decidió hacerse policía y el origen de su peculiar disfraz. En No matarás los autores plantean una historia de secuestros y rehenes que sirve para introducir a diversos personajes secundarios como la agente Chaikovski o a “Remolacha” Pronzini. Finalmente, Dios murió anoche narra la persecución a un misterioso asesino profesional.
En cuanto al dibujo de este cómic, es necesario destacar las diferencias de estilo que se perciben entre los dos responsables de esta labor. Por un lado, las dos primeras historias están firmadas por Luc Warnant, quien se basa en el clásico dibujo de la escuela de Marcinelle de personajes con cabezas desproporcionadas para establecer un marcado contraste entre los hechos narrados y el tono general de la trama con un dibujo de carácter infantil. A partir del tercer álbum, la labor artística recae sobre Bruno Gazzotti, que diseña unas figuras más estilizadas y un dibujo más limpio y controlado.
En resumen, nos encontramos ante un conjunto de historias que se caracterizan por contar con unos guiones sólidos, con una trama muy bien desarrollada y que no dejan ningún cabo suelto, un rimo narrativo directo y frenético, una galería de personajes que responden a los arquetipos de este tipo de historias y un interesante apartado gráfico. Soda es una de las mejores muestras de la BD que se ha publicado en nuestro país en los últimos meses y su correcta edición por parte de Ponent Mon hará las delicias de los aficionados al cómic francobelga.
En cuanto al dibujo de este cómic, es necesario destacar las diferencias de estilo que se perciben entre los dos responsables de esta labor. Por un lado, las dos primeras historias están firmadas por Luc Warnant, quien se basa en el clásico dibujo de la escuela de Marcinelle de personajes con cabezas desproporcionadas para establecer un marcado contraste entre los hechos narrados y el tono general de la trama con un dibujo de carácter infantil. A partir del tercer álbum, la labor artística recae sobre Bruno Gazzotti, que diseña unas figuras más estilizadas y un dibujo más limpio y controlado.
En resumen, nos encontramos ante un conjunto de historias que se caracterizan por contar con unos guiones sólidos, con una trama muy bien desarrollada y que no dejan ningún cabo suelto, un rimo narrativo directo y frenético, una galería de personajes que responden a los arquetipos de este tipo de historias y un interesante apartado gráfico. Soda es una de las mejores muestras de la BD que se ha publicado en nuestro país en los últimos meses y su correcta edición por parte de Ponent Mon hará las delicias de los aficionados al cómic francobelga.