La saga que comenzó con un buen plumazo Disney -y molón-, se ha hecho mayor tal vez demasiado rápido, y ha madurado convirtiéndose en un tipo emo y un tanto sangriento, sin renunciar a sus momentos amables y caricaturescos.
Sortilegios llega a su fin y la verdad es que ha sido una saga con unos pequeños problemas de identidad. Aprovechando que hace poquito Shyamalan estrenaba en el cine Múltiple, la pareja formada por Dufaux y Munuera ha demostrado tener aquí también su pequeña "personalidad múltiple", encarnada en un tono por momentos juvenil, por momentos humorístico, por momentos dramático y por momentos adulto.
Parto de la base de que, como cabría esperar, si estás aquí es porque has leido, como mínimo, los dos primeros tomos de la saga. Si no es así, por favor, no sigas leyendo, puesto que te destriparías algunos puntos de la historia.
Decía anteriormente lo del trastorno de personalidad porque lo mismo estás en una página con un cierto tono juvenil y risueño y, al pasar a la siguiente, te encuentras a la protagonista hundiendo su espada en el pecho de su propia madre. Sin embargo, hasta este último número, la saga había caminado de un modo u otro entre esos dos mundos que suponen Walt Disney y Tim Burton, decantando la balanza conforme se hacía mayor hacia este último, pero pese a lo que uno pudiera haber pensado o imaginado, el final que nos reservaba Dufaux ha sido, de lejos, harto inesperado.
Esto, más que considerarse como algo positivo, me ha parecido, una vez más, bastante "múltiple", ya que los giros de los acontecimientos son lo suficientemente forzados como para pensar que el guionista ha ido improvisando sobre la marcha, evitando en todo momento la sombra de lo evidente, bajo la premisa de que eso fuera malo, o más malo, que inventarse un final tan casual y, a la vez, vacío de toda chispa.
En conclusión, Sortilegios es como esas partidas a cuatro rondas. Lógicamente, cada ronda tras la primera trae consigo un resultado anterior, pero cuando termina una, vuelves a barajar para empezar desde zero. Al final es una partida, sí, pero compuesta por cuatro rondas que lo único que tienen en común son las cartas.
La lectura enriquece el alma,