Tres años pasaron para que todos los que lo gozamos con el primer integral de Cruzada (2014), pudiéramos conocer lo que el destino le reservaba a esta fantasiosa y mitológica Guerra Santa.
Hoy, reseño el segundo y último tomo de esta saga, obra del archiconocido Jean Dufaux y del hiperrealista Philippe Xavier.
Dios y el Diablo ya han tomado partida en este conflicto que dura siglos... Mientras los cristianos y musulmanes tejen una alianza para no derramar más sangre, en las profundidades del abismo, aquel al que se le conoce como El Kuach, busca la forma de resurgir y sumir el mundo en las tinieblas, sin importar si este se alza bajo la Cruz o la Media luna.
Este segundo integral de Cruzada, que recopila los cuatro últimos álbumes de la saga, nos presenta algunos personajes nuevos, mientras seguimos el avance de nuestro protagonista cristiano Gauthier de Flandes y su fiel compañero musulmán, Osarías. Sin embargo, aquellos secundarios no se presentan más que como pequeñas piedras en el camino de Gauthier, al contrario de lo que ocurrió en el primer integral (reseñado AQUÍ), en el que creaciones más desarrolladas como El señor de las máquinas o el Aa, aportaron a la aventura más cuerpo e interés.
El planteamiento de Dufaux, cargado de misticismo, magia y leyenda, por momentos llega a aburrir al lector por lo llano de su avance -en gran parte, por el hecho comentado antes- y, por otros, principalmente en los últimos dos capítulos, consigue alcanzar aquel tono original y fresco.
En este segundo integral ya toca ir cerrando subtramas, e ir dándole carpetazo a algunos personajes, y el desenlace del guionista con según cuáles prescinde casi por completo de las deseadas comprensibles motivaciones. Esto, unido a un desenlace bastante menos épico de lo que ha sido todo el desarrollo, hacen del cómic Cruzada una aventura entrentenida y cargada de exotismo, pero que nos deja una sensación agridulce por lo que pudiera haber sido y no fue.
Por su parte, Philippe Xavier continúa con su hiperrealismo preciosista que tanto me fascinó en los primeros álbumes, con gran expresividad en los rostros y movimiento en las escenas más trepidantes. Aún así, observo que la definición de los personajes en según qué escenas -las más nimias, normalmente- deja muchísimo que desear. Una pena, porque partiendo de la base que las escenas primordiales y los primeros planos normalmente siempre tienen más detalle, la diferencia con el resto de secuencias que completan el cómic no debería ser -a veces- tan abismal.
La lectura enriquece el alma,