El eje: La aventura.
El toque: Steampunk.
El ambiente: Fantástico.
La época: El imperio prusiano de Otto Von Bismarck (1850 en adelante).
Así concluye la peculiar "conquista del espacio" de Alex Alice.
Alex Alice, autor de tremendísimas sagas como la trilogía Siegfried o la tetralogía El Tercer Testamento (esta última, con Xavier Dorison a las letras), firma aquí una saga que mezcla ingredientes de la fantasía, la ciencia ficción o el steampunk, con un estilo gráfico en acuarela muy distinto al que, hasta ahora, nos tenía acostumbrados.
Pero bueno, qué te voy a contar que no sepas ya. Ya reseñé en su momento el primer número de El castillo de las estrellas, y todo lo relativo al "nuevo estilo" del autor, más juvenil y con colores más vivos, quedó dicho. Creo recordar que también me deshice en halagos con el autor francés, y es que no era para menos. Tanto la nórdica Siegfried como El Tercer Testamento son dos must en casi cualquier comicteca que se precie.
Ahora bien. Lo que nos ocupa hoy: el segundo número de El castillo de las estrellas, que cierra por completo el primer ciclo de esta aventura espacial. Y es que hace poco Norma ha publicado el tercer álbum, que corresponde ya al segundo ciclo de la aventura.
En este número acompañamos a los protagonistas a través del cielo y el espacio para alcanzar el éter, esa mítica materia que se traduce en una energía inagotable, con sus incontables buenos y malos usos. La Imperio prusiano no renunciará a perder la oportunidad de hacerse con él para proclamarse dueño y señor del mundo, mientras que el príncipe de Baviera tampoco cejará en su empeño por alcanzar lo imposible, y Séraphin hará lo mismo para tratar de revertir lo inevitable.
El castillo de las estrellas, vol. 2, recoge los tres últimos capítulos de esta aventura y, desgraciadamente, he de decir que los dos primeros trascurren con bastante lentitud, entre otras cosas, porque sabemos de sobra lo que va a ocurrir y los hechos se alargan de forma innecesaria. Sí valoro positivamente algunos detalles ciertamente curiosos -y hasta ingenieros- que nos regala el autor, como los planos su nave espacial o el funcionamiento de la misma, cuidándose muy mucho de que todo lo que cuenta, sin abandonar su fantasía, tenga sentido.
El último capítulo, por contra, es por seguro el más emotivo y ágil de los tres. La mezcla entre suspense, acción, sentimiento y conclusión supone un cóctel perfecto que cierra esta aventura como debía ser: con una grandísima puerta abierta hacia el segundo ciclo, Los caballeros de Marte.
Aunque indiscutiblemente fue mucho mejor el primer tomo, esta saga fantástica significa una bella y reflexiba excusa sobre la necesidad del ser humano por explorar lo indómito, siendo toda una declaración de amor a las imposibles -y deseosas posibles- aventuras de Julio Verne.
La lectura enriquece el alma,
Aunque indiscutiblemente fue mucho mejor el primer tomo, esta saga fantástica significa una bella y reflexiba excusa sobre la necesidad del ser humano por explorar lo indómito, siendo toda una declaración de amor a las imposibles -y deseosas posibles- aventuras de Julio Verne.
La lectura enriquece el alma,
Dani S.