¡Júralo por mí ha vuelto!
Y lo hago revisitando la meseta de White map, o lo que es lo mismo: El mundo perdido, la adaptación a las viñetas del clásico de Arthur Conan Doyle. De hecho, no sé si será muchas coincidencias, pero lo hago un día antes de que estrenen en el cine Jurassic World 2 (El reino caido), y con la camiseta de Jurassic Park puesta...
¿Qué cabe esperar?
El mundo perdido... No creo que sean muchos los que no sepan de qué debe tratar este cómic. Una aventura a la Sudamérica de primeros del siglo XX, cuando los científicos que eran más de campo y los exploradores soñaban con ir más allá de lo conocido, surcar lo indómito y escribir su nombre en la Historia. Seguramente, para ellos nuestra época actual sería bastante más aburrida... poca tierra queda ya por colonizar y plantarle una señal Wifi.
En mitad de este idílico escenario -para algunos, como yo-, se sitúa este álbum. Un grupo de ciéntificos da con un mapa que le pone sobre la pista de una tierra desconocida, y no solo eso. Ese mapa desafía un buen puñado de hechos que hasta el momento se creían "científicamente probados"; hechos del tipo: Los dinosaurios se extinguieron hace millones de años. Me sigues, ¿no?
Los autores encargados de adaptar esta fantasía, ya hecha novela en su día por Sir Arthur Conan Doyle -se ve que el tipo no se conformaba con haber creado al más mítico de los detectives-, son dos dibujantes desconocidos en nuestro país -o casi- hasta la fecha, Fabrizio Faina y Mauro Salvatore, y un guionista -Y DIBUJANTE- que de un tiempo a esta parte se ha hecho un asiduo en las estanterías de las librerías, Christophe Bec.
Este último, guionista de sagas como la apocalíptica Prometeo o la titánica Carthago, suele decantarse por tramas donde la aventura, no exenta de suspense, es el eje central sobre el que gira todo lo demás. Sin embargo, creo que sus historias adolecen siempre del mismo punto: los finales, muy por debajo de las expectativas generadas.
El mundo perdido no parece haber sido menos y, aunque se trata de una "libre" adaptación de la novela, tanto el desenlace como una buena parte del nudo de la trama dejan una sensación de premura desagradable. Algunas escenas parecen sucederse sin orden ni concierto, mientras que otras que seguramente pudieran haberse acortado, gozan de un buen puñado de viñetas que poco o nada aportan a la historia, menos aún al ritmo narrativo.
Respecto al apartado gráfico, los hay mejores, y también peores. El estilo de ambos dibujantes italianos mantiene el tipo, sin grandes alardes ni efectismos en las escenas de mayor acción. Lo único que sí me ha parecido digno de mención son algunas splash pages o casi splash pages en las que los artistas se nota se dejaron la piel.
Por último, solo me queda decirte que, si el Christophe Bec guionista no te convence, dale una oportunidad a su faceta como dibujante. Cómics como Cero Absoluto o el impresionante Santuario (con Xavier Dorison a las letras; no la última versión que publicó Planeta en dos integrales tochísimos, esa es una ruina) son dos tebeos que no deberías perderte si te gusta la ciencia ficción y el suspense.
La lectura enriquece el alma,
Dani S.