Vuelvo a la carga con la pareja de baile de la que ya te hablara en mi reseña Un poco de humo azul. Denis Lapière y Rubén Pellejero firman El vals del Gulag, un cómic que nos cuenta una historia realmente dramática, pero que lo hace con una sensibilidad difícil de igualar en el medio.
¡Hola!
Hoy vengo para reseñar El vals del Gulag, cómic de Lapière y Pellejero (Dieter Lumpen, Corto Maltés, El largo y tortuoso camino) que nos teletransporta a septiembre de 1946, en la eterna fría Rusia. Con el dictador socialista Stalin en el poder, la represión política, los exilios y deportaciones, las torturas y los campos de trabajo forzoso estaban a la orden del día. Es en estos últimos, a los que se les acabaría denominando por el nombre de Gulag, donde se fija el eje central de nuestra trama, alrededor del cual giran en desgracia todos sus protagonistas.
Bajo el pretexto -más bien excusa- de "actividades contrarrevolucionarias", que usaba el Régimen stalinista como cajón de sastre para quitarse de en medio a opositores y detractores, nuestro protagonista, Víktor Kolomeytsev es detenido y deportado a Siberia, donde será finalmente asignado a uno de los numerosos gulags que se instalaron por la fría estepa. Atrás quedan su mujer, Kalia, y sus dos hijos. Tras dejar de recibir sus esporádicas cartas, Kalia se arma de valor y decide ir a buscar a su marido, alentada por un hecho tan insólito como espeluznante: Stalin había muerto hacía escasos meses y millares de prisioneros de estos campos estaban volviendo a casa. Pero, por alguna razón, su marido no volvía.
Lapière y Pellejero arman un cómic dramático y sobrecogedor. Sin lugar a dudas, la historia que nos cuenta es más que real, y más que dura. Pero, sin embargo, es tal la sensibilidad de ambos artistas, que cuando cierras el cómic te queda un sabor de boca ligeramente extraño: por la crudeza de todo lo leído; por una dulzura soterrada que te hace apreciar el sol de otro día.
Si te gustó Un poco de humo azul, estoy seguro que El vals del gulag no te defraudará. Es más: este lleva todos aquellos sentimientos, todas aquellas emociones y bellas ilustraciones, al siguiente nivel.
La lectura enriquece el alma,
Dani S.